Sin embargo, esto no tiene por que ser así. Un friki puede tener una vida de lo más apasionante. Aquí tienes un buen ejemplo de lo interesante que puede ser el día de un friki:
7:45 Te levantas con el sonido de la Marcha Imperial de Star Wars, previamente programada en tu minicadena para despertarte motivado.

8:00 Te cansas, y te consuelas pensando que Kirtash era un shek y tú no, y que por eso tienes tus limitaciones.
8:10 Llega tu momento All-Bran, que amenizas con la lectura de cuando Sasuke encuentra a Jügo, el ninja del que se extrajo la sustancia que permitía a Orochimaru otorgar el sello maldito.
8:15 Te duchas mientras tarareas a voz en grito la canción de Los Caballeros del Zodíaco, con una agudez inversamente proporcional a la temperatura del agua.
8:30 Sales de la ducha y te pones tu albornoz negro con capucha. Dejas el suelo empapado en tu camino hacia el espejo, ante el cual te miras satisfecho por tus pintas de Jedi, y haces algún movimiento con un sable láser imaginario, empapando también el espejo.

8:40 Te diriges a la cocina después de vestirte apropiadamente con una camiseta de Blind Guardian. Abres un paquete nuevo de cereales y metes la mano en la bolsa para buscar el Pokémon que regalan. Ves que te ha salido Bulbasaur por tercera vez, y enfurecido como estás, le echas la culpa a Bill Gates. Como se te han quitado las ganas de comer cereales, te aprietas un trozo de tortilla de patata que sobró de la cena del día anterior y te vas en patines al trabajo.
Continuará...
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